La Guardia del Veintiséis

 Veintiséis soles. Veintiséis lunas. Veintiséis ciclos. Veintiséis noches. Veintiséis hermanos. Veintiséis hijos. Veintiséis hombres. Veintiséis días.

 Y a los veintiséis días del mes naciente, tres hermanos se encuentran de guardia. Tres hermanos casuales, tres hermanos que hacen guardia para no perderse, para no extraviarse, para no olvidar el camino ya marcado por sus antepasados. 

 Eran tres. Siempre son tres. Pero estos eran otros tres. Distintos de los otros. Todos son distintos. Pero estos eran unos tres. Los del día veintiséis. Eran los tres del veintiséis. Más su fuerza parecían veintiséis en el día tres del tercer mes. Pero no, eran solo estos tres en el día veintiséis. Tres de guardia, tres hermanos, tres hijos, tres señores, tres peregrinos en el día veintiséis. Tres guardianes, nunca antes mejor dicho. Tres guardianes nocturnos, que se encuentran solo cuando cae el sol, por vigésimo sexta vez en el mes. 

 Y por supuesto para ellos, nuestros tres del día veintiséis, la noche era tanto de guardia como de gozo. Pues, verdaderos guardianes son aquellos que felizmente cuidan la noche de sus hermanos. Y a los tres del veintiséis, los cuida el abrazo de la felicidad del vino, el pan, la escucha, el sueño y la Palabra. 

 Felices hermanos, los terceros hijos del vigésimo sexto día, que guardan la vigésimo sexta noche de todos los meses que sus sueños permitan, aunque solo sean tres. 




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