Caos

 

“... todos los que te devoran, serán devorados y todos tus opresores irán al cautiverio” (Jeremías 30, 16)

Resulta complicado reflexionar sobre lo que sucederá en nuestro país en breves días. No puedo llegar a otra conclusión, apresurada quizás, más que Argentina es un país oprimido, y seguirá siéndolo por mucho tiempo.

Pero me resulta doloroso que la solución hipotética e hipnótica es la de caer en un artilugio del poder financiero y cierto sector de la casta militar, cuyo corazón filosófico no tiene otras causas primeras y ultimas más que el darwinismo social transhumanista. Porque ese es el motor invisible que fomenta esta dialéctica del egoísmo como esencia de la sociedad; si es que se puede decir “sociedad” en este marco de referencias. Quizás, la masa abstracta de individuos absortos por el poder monstruoso del dinero es más acertado; puesto a que no hay ningún valor o anti valor que unifique la estructura de pensamiento de este partido o movimiento que la de la ilógica ilusión de llenarse los bolsillos con papeles verdes.

La estructura real en la que se sostiene y prende semejante ameba de ideas es la de la injusticia en la que se encuentran muchos argentinos de bien, a quienes aprecio mucho y respeto y respetaré siempre. El dolor y la infamia de los poseedores del poder son las manos cálidas en las que nace el odio a un partido político en particular y a la denostada idea de la “justicia social”.

Nos encontramos, entonces, ante un proyecto político cuyo fin último es la selva cruel de la pobreza extrema, intervenida por la tecnología modificadora de la naturaleza humana y que acallará al oprimido con falsas esperanzas de triunfos o, simplemente, con violencia.

El anarco capitalismo o darwinismo social transhumanista, me parece un título más próximo a la realidad, tiene su corpus filosófico en el positivismo materialista y en la eugenesia capitalista financiera, cuyo único absoluto es la libertad del individuo aislado del Ser. Solo así, se pueden entender declaraciones insistentes en la venta de órganos y de niños; en la destrucción y desaparición de la igualdad de oportunidades, del sistema educativo y del sistema de salud; que, aunque estos últimos no son perfectos, son motivo de envidia y admiración por gran parte del mundo. Las justificaciones del recorte social siempre caen en el ridículo de la gangrena y la ablación; frente a la solución humana de contener y sanar al enfermo. Es así que nos encontramos con el sostenido devenir del castigo al jubilado, al pensionado, al discapacitado y otros marginales de una sociedad que esta en deuda.

Pero... “Qui prodes” ¿Quién se beneficia de semejante destrucción del tejido social? No hallo otra respuesta, más que la que vemos en Ecuador y Nigeria, una porción minúscula de la sociedad que vive del sistema financiero y que se sostiene en la opresión de las clases bajas y el narcotráfico.

La única conclusión real, es que el anarco capitalismo es la justificación moderna de la esclavitud. O incluso, la aplicación de un sistema esclavista tecnológico. Y la clave es que todas las medidas de fondo siempre caen en la desaparición total y completa de los derechos laborales. Incluso, los medios de comunicación y los difusores de estas estructuras siempre caen la ridícula idea de que los derechos laborales y la justicia social es el problema del país. Convenciendo a jubilados, pensionados y obreros de que son sus beneficios los que dañan a la sociedad.  Ante esto, no tengo otras palabras para decir más que: aquí está la dialéctica del opresor convenciendo al oprimido.

Peor aún, toda esta dialéctica fomenta la más cruel xenofobia y odio de clases, en un marco de resentimiento social, por supuesto. Ahí radica cierta efectividad en el mensaje, sumado a el lenguaje de Twitter, como aplicación de máximas reduccionistas, falaces o directamente mentirosas, en una sociedad repetidora y adoradora de simplificaciones: “el problema son los planes”, “hay que parar con la maquinita”, “en el siglo XIX Argentina era potencia”, “Perón destruyó el país”, “la dolarización es la solución”, “Cavallo era un genio” ...

Y aquí podría ir punto por punto argumentando lo complejo que es la realidad argentina, analizando la historia del país, recurriendo a experiencias personales y a datos oficiales y, en definitiva, haciendo un sobre esfuerzo para intentar desbaratar un discurso muy inteligentemente pensado por Ayn Rand, con quien no puedo competir, ni arrancar a correr.

Continuando, me encuentro en una encrucijada compleja. Porque es difícil de entender cómo se presenta la unificación de un hipotético nacionalismo con este pensamiento anti nacional. Si algo que caracteriza a Javier Milei es su rechazo a cualquier símbolo nacional. Y, sin embargo, vemos una constante dialéctica de salvación del país y de defensa de la vida por nacer. Algo esencial y filosóficamente contrario a todo lo que representa el darwinismo social transhumanista. Y aquí veo a una culpable en particular.

La casta militar encontró a una voz disfrazada de revisionismo y de seguridad que le permitió tener un espacio en el marco político argentino. Así nace la contradicción eterna que encontramos en todas las declaraciones dentro de un mismo partido, a tal punto que se dicen y des dicen todo el tiempo. Él dice A y ella dice Z. Para colmo su enfermedad por el poder los lleva desdecirse a si mismos, borrando su propia plataforma y reformulándola con el devenir de los votos.

La única palabra que los resume a ambos es: mentirosos. Ambos mienten... mienten...  y mienten. Dicen una cosa un día y al otro dicen lo contrario. De hecho, convencen al publico de que las cosas que dicen son exageraciones, cuando dan sobradas muestras de sus delirios. Y no tengo la necesidad de demostrarlo, hay millares de pruebas y registros de lo que han dicho. Hace poco una persona me dijo: “lo votan con la esperanza de que no haga lo que dice que va a hacer”. Me parece que es la conclusión más iluminadora que escuché. La realidad argentina obliga a muchos (algunos muy queridos por mi) a la aprobación del partido como disidencia y alternativa, con la fe de que no se lleven a coba ninguna o pocas de sus propuestas; o, pero aún, que se lleven a cabo y que llegue la utopía del derrame.

La única razón que encuentro para darle validez al ensamblado anarco militar es la esperanza de un referéndum no vinculante que tiene cero prioridad en el discurso y en el proyecto general. Para colmo, con el agravante de que el único lugar en donde se aplicó salió mal, Irlanda.  

El principio y motor de la comunidad es la caridad. La caridad, que es nada más y nada menos que el amor, es el principio y final del país. La nación tiene la obligación de contener al desvalido y de proteger la tierra de los hijos nacidos en el territorio. Todas las acciones de un gobierno tienen que tener ese objetivo. Y lo más curioso es que Argentina es un país en esencia caritativo. Nuestro libertador es liberador de países hermanos, nuestra sociedad es protectora y sensible para con el mayor de edad, para con el desvalido y el inmigrante. Y la forma política por antonomasia de la caridad es la Justicia Social... nombrada con el sano pensamiento de Eva Duarte en la frase: “donde hay una necesidad nace un derecho”. Por lo tanto, me resulta casi nauseabundo que el principal armador de estos nuevos personajes políticos tenga solo palabras caritativas para con su perro clonado.  

Ante semejante personaje no pienso tirar la moneda al aire. No pienso arriesgar la esencia del país solamente por una esperanza con poco fundamento. No pienso arriesgar la salud y educación de mis hijos para darle la oportunidad a un ser que promueve los más bajos pensamientos, que sostiene un modelo de sociedad infrahumano, que niega cualquier tipo de soberanía y que tiene como modelo de persona al hombre esclavo del poderoso dólar.

Después de más de diez años volveré a votar. Volveré al cuarto oscuro descreyendo del sistema político. Pero con la convicción de que a estas ideas y personajes solamente les corresponde la tumba del olvido y el repudio de toda la Argentina. Por lo que haré todo lo posible para que no gobiernen. El domingo votaré a Massa, no por convicción y esperanza, sino por negar la infamia en la que nos encontramos. 

Reitero mis respetos y cariños para con quienes creen en esta estructura; y tendrán siempre mi aprobación.      

 





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