Tengo el recuerdo de una compañera de la facultad que
soñaba con tener un león en su jardín.
Lo interesante es que no era un simple sueño infantil que
se caía con el simple devenir del sentido común. No. Su sensibilidad arroyaba con
la realidad, hasta el punto de discutir vehementemente y afirmar que era
posible domesticar a un animal de semejante envergadura. No había argumento científico
o incauto que moviera la piedra solida del pensamiento mascotista... Era un sinfín de palabras ridículas que sostenían
que “los que saben pueden hacer que tengamos un león de mascota”,
obviando por supuesto el bienestar del animal mismo y, lo más importante, la
vida propia... Porque, efectivamente, el león cuando tiene hambre verá la cara
de pollo al espiedo que tenemos y nos devorará sin importar nada... Desgarrará
nuestra piel sin premura, morderá nuestra carne y saboreará nuestra sangre, mientras
se mancha su melena y sus horrendos labios. Disfrutará de arrancar la fibra del
hueso, mientras los nervios se deprenden como cables y las venas se abren como
ríos cuando aún estamos vivos. Oiremos el crujir de nuestro cuerpo, sentiremos
el calor del sol en nuestros músculos desollados, oleremos su aliento fétido al
deglutirnos y saborearemos sus colmillos mientras nos muerde la quijada... para,
por fin, ver nuestra vista nublarse en colores rojizos y no sentir más dolor...
solo el cálido abrazo del espasmo al morir y tener un último pensamiento... Tener
un león de mascota fue una mala idea...
Ahora sí, tenemos la confirmación certera de que nos encontramos
ante un darwinismo social transhumanista como gobierno de nuestra pobre Nación.
Ya se vaticinaba la mordedura feroz al pueblo argentino con el discurso infame
del presidente, afirmando una ajustazo demoledor ante los vítores y aplausos
atronadores de los futuros ajustados.
Ajuste brutal, devaluación, tarifazo, quita de la
movilidad jubilatoria, suspensión de la obra pública y aumento de los impuestos
son las medidas del gobierno de especialistas randeanos, para convertir al
país en semillas de banana infértiles e infectadas con hongos antropófagos. Y
lo peor, mientras el pueblo sufre un latigazo desollador en la espalda, tenemos
que escuchar a la vicepresidenta y afines afirmando que “queremos cuidar a la
gente...” y un sinfín de frases muertas en el aire ante la inminente entrega de
la Argentina a los verdugos extranjeros... Para colmo con el agravante de la
hipocresía militar liberal, que dice defender los derechos de la Nación,
mientras el plan es vender todo a costa de una hipotética estabilidad y el único
plan de seguridad, en una sociedad con violencia y drogas, es la de la represión
impune a la protesta social ante el hambre.
Resulta triste tomar noción real de las sistemáticas
mentiras del presidente, y todo su equipo, durante toda la campaña. Mentiras que
no necesito probar, pues sobran materiales de archivo para ver que las palabras
infames de los actuales gobernantes prometieron una palmada en la mejilla al
pueblo y un motosierrazo a la casta política, pero nos dieron un
cuchillazo envenado y oxidado a todas las clases vulnerables y medias. ¿No me
creen? Miren el debate.
Fueron esas mentiras (y el peor gobierno de la historia
hasta hace unos días) las que convencieron a una masa honesta de argentinos a
llevar al poder a una masa amorfa de financistas cutres y pseudo militaristas
de dudoso prontuario. Y ahora, la única verdad: la realidad... la selva, o
sabana, caótica del FMI y del transhumanismo tecnológico al grito del “sálvese
quien pueda”. ¿Jubilados? ¡Afuera! ¿Pymes? ¡Afuera!
Cuando Eva Duarte estaba por morir, y después de fallecer
también, se escuchaban gritos y se veían grafitis con la frase: ¡Viva el cáncer!
No encuentro otro análogo histórico al oír los aplausos atronadores del ajuste
voraz que se avecinaba.
Milei, en sí mismo, resultó ser el famoso gatito mimoso
de la casta financiera anunciado por Bregman. Y aún más, terminó siendo un
pequeño felino enfermo que se subordinó a todo el poder estructural y político del
macrismo. Un poco de pena da ver a un hombre evidentemente enfermo, que simula
tener injerencia y autonomía en el sillón de su hermano Rivadavia. Pena, también
por su cobardía... pues mientras Caputo ponía el rostro para anunciar el latigazo
al pueblo, él se escondía como una rata miserable en una festividad religiosa. Pero,
no nos confundamos. Milei será el Hello Kitty del poder... Pero el
poder... la estructura que gobierna y posee el poder es el símbolo que fue
bandera... un león hambriento por la sangre de los argentinos. ¿De cuáles? De todos...
todos y todo... Solo basto dos días para que sus dientes nos muerdan los
huesos... No esperaron como un cocinero que cocina una rana, para que el agua
se vaya templando hasta que hierva. No. Nos desollaron de un tirón como a un mártir
del siglo II.
Nuevamente, aquí aparecerán los discursos randeanos
que defenderán el ajuste, con los pretextos de siempre: es lo que hay que
hacer, la pesada herencia, hay que sufrir, ya vemos la luz al final del
camino... Y podría responder con citas a economistas, teóricos, lecturas históricas
y datos oficiales del delirio y la infamia que son esas palabras. Pero
resultaría inútil, porque la ideología es enemiga de la razón. Y la ideología se
sostiene en la emotividad. Y bueno... “el corazón tiene razones que la razón
no entiende...”
Los leones son seres carnívoros, que comen gacelas, cebras,
jirafas, hienas e incluso hipopótamos. Pero lo peor, es que cuando luchan por
territorio con otros leones, se comen a las crías de su propia especie, solo
para preservar a su propia prole. Las matan y se las comen sin piedad ni parangón.
Un hecho nauseabundo que acontece en la naturaleza.
Eso es lo que está en el poder... un león monstruoso que
se come las crías argentinas... los ciudadanos más débiles que piden a gritos: ¡Basta!
Un grito desesperado por Justicia Social. Mientras el león grita: ¡Libertad! ¿Libertad
de qué? Libertad de la esclavitud de la caridad y del amor... libertad de la esclavitud
de la justicia social... la libertad del león para desgarrar la carne de los jubilados,
de los pensionados, de los asalariados, de los veteranos, de los docentes y de
los niños... La libertad contra “donde hay una necesidad nace un derecho”.
Y allí vemos el verdadero grito del león. La verdadera frase detrás de “viva
la libertad, carajo.” Ese grito doloroso y cruel que se escuchó en bocas de
león en 1952: “Que Viva el cáncer”
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