“Los hombres
del pueblo, los hombres humildes, como los pastores, han sido en todas partes
los que crearon los mitos. Ellos fueron los que sintieron de un modo más
directo, sin que la filosofía enfriara su sentimiento, lo que ya hemos dicho
antes: que las imágenes eran producto de la imaginación, que la mitología era
una especie de búsqueda, que había en la naturaleza algo sobre-humano. Ellos
supieron descifrar que el alma de un paisaje es una historia, y el alma de una
historia es una personalidad. Pero el racionalismo había destrozado ya esos tesoros
de la imaginación, realmente irracionales, del hombre rústico, al que con un procedimiento
sistemático de esclavitud se le arrancaba de su casa y de su hogar. Sobre todas
estas ingenuidades, ha caído un crepúsculo de desilusión. Las Arcadias
desaparecen al sacarlas del bosque, Pan ha muerto, y los pastores se han
desparramado como sus ovejas. Y, sin embargo, la hora estaba próxima todavía,
un grito lejano, en lengua desconocida, iba a hacerse oír sobre las montañas.
Los pastores habían encontrado al fin a su Pastor.” (El hombre eterno, G.K. Chesterton)
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